Desde hace tiempo cierta personita me envía postales cuando va de viaje, por pueblitos, por ciudades nuevas, postales de esas de las de toda la vida, de las que tienes que ir al estanco a buscar junto con su correspondiente sello y luego echarte a la calle en búsqueda del buzón amarillo que debe estar por algun rincón.
La última vez que estuve en Madrid, en mi barrio de toda la vida, y pasé por la esquina del buzón, este ya no estaba y en su lugar había solo la sombra circular y gris en el suelo de lo que algún día fue.
Desde que recibo postales, cuando viajo también envío postales, y disfruto tanto con ello que pienso si llegará un dia que ya no se podrá hacer.
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